Al despertarme y encontrarme con Michael abrazado a mí, me asusté un poco. Me deshice de su brazo y me levanté con cuidado de no despertarle.
Siempre al despertarme me gustaba asomarme a la ventana para ver el mágico paisaje que tenía aquel rancho, me recordaba tanto a algo...Pero no sabía el que, y eso me fastidiaba bastante.
Observé que en una de las sillas había ropa femenina, no sabía como había llegado ahí, pero supuse que sería la mía.
Cogía la ropa y una toalla del armario y salí por el pasillo para localizar el baño, estuve dando vueltas sin sentido por la casa, era demasiado grande para lo que yo estaba acostumbrada, el orfanato era una casa pequeña con tres pequeñas habitaciones para diez niños, y de repente aparecer en una casa tan grande me mareó un poco.
Después de un rato intentando encontrar el baño alguien tocó mi hombro, como siempre, era él, parecía ser una especie de ángel de la guarda o algo por el estilo, siempre aparecía en el momento justo.
-¿Qué haces por aquí?-preguntó con una sonrisa.
-Pues...Buscaba el baño, pero creo que tu casa es como un laberinto, nunca encuentro las salas a las que quiero ir, no sé como tú las encuentras-contesté.
-Está justo ahí-dijo él señalando la puerta que estaba enfrente nuestra.
-Pero si he pasado por ahí un montón de veces, no puede ser...Tu casa está encantada-dije mientras miraba a la puerta.
-Se construyó sobre una casa encantada-explicó el con un tono misterioso.
-¡Qué mentiroso eres!-exclamé yo a la vez que me metía en el baño.
-¡Yo que tú tendría cuidado, puede haber una niña en la bañera!-predijo él.
-¡Eres un mentiroso!-dije.
Después de oír una de esas risitas inocentes suyas se hizo el silencio.
Me metí en la ducha y me dí una de esas duchas de media hora que te relajan y hacen que lo olvides todo.
Salí de la ducha, me sequé, vestí y peiné, y, por una vez en mi vida, me sentí en casa.
Me miré al espejo, examinando cada parte de mi rostro, veía mis ojos cansados a pesar de ser tan joven, las ojeras, las pequeñas pecas que decoraban graciosamente mi nariz, no me consideraba una belleza, es más, mentalmente soy una de las personas más débiles del mundo, era torpe, ignorante e inocente, y la gente solía aprovecharse de eso, pero ya no más, ahora me sentía segura de mí misma, porque era como si estuviese en mi casa, era como si hubiese vuelto a mi hogar después de unas horribles vacaciones.
Cuando dejé de mirarme de el espejo, miré el reloj de muñeca que llevaba puesto, ya eran las once del día, había estado una hora allí metida.
Salí del baño y bajé las escaleras que había justo al girar la esquina, llegué a un inmenso salón con una chimenea, la cual estaba encendida, había una pequeña mesita, de esas que son para poner revistas, tazas y demás cosas decorativas, unos hermosos sillones de estilo victoriano, me acerqué a uno de ellos y lo rocé con la mano, era de un tacto muy suave, el suelo cubierto del típico mármol blanco y negro y una gran alfombra muy decorativa, había, también, una gran estantería llena de libros, siempre había adorado leer, era como irse de viaje mentalmente, podía ver todo lo que quisiese con la imaginación y me encantaba.
Me senté en uno de los sillones y cerré los ojos, en el instante en el que cerré los ojos otro de esos nítidos recuerdos volvió a mi mente; veía una granja, situada en un prado enorme lleno de flores, y volví a ver a la niña de pelo cobrizo, debería de tener unos cuatro años, estaba jugando con un perro, un perro precioso de pelaje dorado, de repente, empezó a llover y la niña se metió a la granja, los rayos caían y la niña estaba asustada, parecía buscar a alguien, pero no lo encontraba, pude ver como se abrían las puertas de la granja, y justo en ese momento, abrí los ojos y vi llegar a la mujer que estuvo el día anterior en la habitación.
Era una mujer rubia de ojos marrones y tez pálida, de postura disciplinada pero con una sonrisa siempre en la cara, se acercó a mí.
-¿Desea algo, señorita?-preguntó educadamente.
-No, muchas gracias, em...-contesté intentando adivinar su nombre.
-Doris, me llamo Doris y soy la encargada de la casa-dijo sonriente.
-Encantada Doris-esbocé una pequeña sonrisa.
-Si desea algo no dude en llamarme-dijo mientras se iba alejando.
Me volví a quedar sola, era el único inconveniente que le ponía a esa casa, casi siempre te quedabas solo, la verdad, empecé a echar un poco de menos la compañía de Michael, y fue en aquel preciso momento en el que entendí por qué me pidió que me quedase con él.
Me levanté del sillón y me fui hacia la estantería a ver qué libros tenía Michael, había libros de todo tipo, pero sobretodo me llamó la atención uno, tenía una cubierta antigua y unas letras que ponían Peter Pan en dorado, era mi cuento favorito, Peter Pan, me gustaba mucho y me identificaba completamente con el chico que no quería crecer.
Cogí el libro y me volví a sentar en el sillón a leer el libro, perdí la cuenta de cuántas veces leí esa historia, estuve leyendo mucho tiempo hasta que alguien tocó mi hombro, era Michael.
-Hola-saludó él.
-Hola.
-¿Te gusta Peter Pan?-preguntó sorprendido.
-Sí, es mi cuento favorito.
-El mío también, de hecho, éste rancho se llama Neverland.
-Qué bonito.
-Sí, me encanta Peter Pan, yo soy como él, no quiero crecer, quiero ser un niño para siempre.
-Yo también, es maravilloso.
-Sí, ¿sabes? Tú serás mi primera mejor amiga.
-Tú también serás mi primer mejor amigo.
Me quitó el libro de entre las manos y me abrazó, después, me dijo que tenía una sorpresa, y que le siguiera, me llevó hasta la parte trasera del rancho.
5 comentarios:
Me encanta, no hay palabras.
Te encontré gracias por tú comentario hacia Richie, estoy totalmente de acuerdo contigo.
Tu historia es preciosa, sigue cuanto antes.
Un beeeso! :)
Paola.
hola!
esta re buena tu historia sabes
creo que tendré tu historia en mi móvil y todo jeje
ya la estoy considerando una de las buenas jeje
me dejas sin palabras tienes futuro para esto
saludos!!
jejej gracias por ponerme en los que merecen la pena jaja!!!!!
gracias!!!
una cosa la de la foto de los personajes eres tu ???
guau!
Heemosi
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