“Te quiero, pero no como un amigo, Michael”, quise decirle, con todas las ganas del mundo, darle un abrazo tan fuerte que hiciera que se estremeciese y besarle hasta el fin de mis días.
¿Pero en qué estaba pensando?
Había dos voces en mi interior, una situada en el corazón y otra en la cabeza, la del corazón me decía: asúmelo, sabes que estás enamorada de él; y la de la cabeza: él no te quiere, es de lógica, puede aspirar a algo más.
Le miré a los ojos y pude contemplar el nerviosismo en ellos. Mis sentimientos no correspondían a los suyos, él sólo me veía como su leal amiga, la que nunca le traicionaría, y yo le veía como mi alma gemela, como la pieza que completaba mi puzzle.
Sin embargo, decidí no descontentarle.
-Te quiero Michael, y siempre seremos amigos.-contesté desanimada.
-No sabes la falta que me hacía esto.-dijo él envolviéndome en un cálido abrazo, un abrazo como los de siempre.
¿Quizás estaba siendo egoísta?
Yo quería tenerlo exclusivamente para mí, pero no de esta forma, no de esta manera, en la que, al parecer, sólo sufro yo; pero estaba allí para hacerle feliz, y si esa era la única forma en la que podía hacerlo, así sería.
Y yo, que pensaba que nunca me enamoraría, que sería más fuerte y que no sufriría por un hombre, allí estaba, rompiéndome por dentro porque sabía que no podría llegar más alto, era demasiada poca cosa para él.
La sensación que él provocaba en mí era como sentir fuegos artificiales estallando dentro de mi ser. Nada de la clásica sensación de mariposas en el estómago, esa era una sensación muy distinta, demasiado fuerte como para ser mariposas en el estómago, era algo más, y por fin lo había descubierto.
Para él sólo era un inocente juego, para mí era peligroso, no quería que se enamorase de mí, aunque eso fuese imposible, pero dicen que mejor prevenir que curar ¿cierto?, no quería que sucediese eso, tendría una vida muy desgraciada si me eligiese a mí y no a esa chica de la que tanto me hablaba, y de la que yo, estaba celosa, muy celosa. Mis sentimientos estaban divididos, por una parte no quería que se enamorase de mí, pero por otra me habría encantado que lo hiciese.
Se separó de mí y me miró intensamente a los ojos, se acercó muy, muy lentamente a mí y se paró justo, a un centímetro de mis labios, cerró los ojos y apretó suavemente sus manos en mis hombros, desvió sus labios hasta una de mis mejillas y la besó, deslizó una mano hasta mi pelo y lo acarició.
-Siempre serás muy especial para mí, campanilla-susurró nervioso-ahora, voy...Al estudio-prosiguió dándome otro beso, esta vez, en la frente.
Salió de la habitación a paso ligero.
Que poco faltó para algo que por una parte deseaba, pero por otra no quería que ocurriese jamás.
Me fui a mi habitación a leer un libro, ver la televisión o hacer cualquier cosa, necesitaba evadirme un poco de aquel incómodo momento.
Me tumbé sobre la cama, apoyé mi cabeza sobre la almohada y la abracé, hasta encontrarme en un profundo sueño.
Tuve otra de esas pesadillas, esta vez eran difusas imágenes de varios sucesos, con la misma niña, el mismo lugar...Y todo me resultaba tan extraño pero tan familiar a la vez.
Me despertó un olor a algo dulce, no sabría identificarlo, pero el olor provenía de la cocina, quizás Doris estaba cocinando, decidí ir a explorar.
Bajé las escaleras lentamente, ya que aún tenía sueño encima y abrí la puerta de la cocina despacio, quería darle una pequeña sorpresita a Doris, pero no era ella quien estaba allí.
2 comentarios:
OOHH! tu historia está muy buena.
Pero te han dicho que se parece MUCHISIMO a La chica en el espejo? =/
Gracias Pefa (:
Pues si te soy sincera, no me había dado cuenta, porque una parte de la historia me pasó a mi, sólo que la modifiqué un poco para que estuviera acorde con la historia.
De todos modos, créeme, no era mi intención que se pareciese a la obra de Ritchie :S
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